El artículo pone de manifiesto algunas reflexiones sobre la existencia de
una “Literatura infantil y juvenil”, sobre las dificultades que
tienen los jóvenes para leer y sobre la adecuación o no de un texto
azoriano para trabajar en el aula de primaria.
Cabe
cuestionarse si es posible separar de la Literatura una “Literatura
infantil y juvenil”, la cual abarcaría determinados textos que se
amoldarían a un perfil de lector, con una determinada edad y unas
habilidades lectoras específicas, entre otras características. Es
evidente que resulta difícil establecer una frontera que permita
calificar como infantil y juvenil a una parte de la Literatura; más
acertada es la selección de aquellos textos de la producción
literaria general que mejor se aproximen a las preferencias de los
lectores más jóvenes.
La
lectura no consiste solo en descifrar signos gráficos; leer es una
actividad mucho más compleja, en la que se ponen en funcionamiento
otros elementos (léxicos, gramaticales, cognitivos, etc.). Durante
el proceso de aprendizaje y asentamiento de estas habilidades, el
lector debe obtener un equilibrio entre el esfuerzo de leer y la
rentabilidad, que garantizará una mejor disposición a la práctica
de la lectura.
Resulta
evidente que a leer se aprende leyendo, por tanto, las propuestas
lectoras de los alumnos deben significar una mayor progresión de su
competencia lectora. Ello contribuye a que aprendan a leer distintos
tipos de mensajes y a que no rechacen textos como consecuencia de una
insuficiente destreza para acceder a ellos. Si la habilidad lectora
está en función del propio ejercicio de la lectura, también estará
relacionada con los modelos textuales de la actividad.
La
selección de un texto, por ejemplo de Azorín, como recurso
didáctico en el aula de primaria, debe estar siempre en relación
con los objetivos que se pretendan conseguir. No se trata de que
cualquier texto puede ser adecuado o inadecuado, sino que depende de
los objetivos planteados.
Otro
aspecto a tener en cuenta es el tipo de lectura, diferenciando entre
la lectura lúdica, de carácter individual y cuyo objetivo básico
es el propio proceso de lectura; y la lectura didáctica, que se
realiza en el aula con la guía del docente, requiere la reflexión
del lector y abarca determinados objetivos. Para concluir, cualquier
texto puede servir como instrumento para la realización de una
lectura didáctica, siempre que responda a los objetivos marcados
previamente, mientras que los textos más adecuados para una lectura
lúdica se acomodan mejor a la competencia lectora del lector.
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