En el capítulo Las nubes, Azorín reescribe el final de la obra La Celestina, siendo
este muy contrario a la versión original. En el escrito los protagonistas no
mueren, se cuentan los acontecimientos de la vida de Calisto y Melibea después
de casarse.
En una de las partes del texto,
Calisto reflexiona sobre el paso del tiempo y que en realidad todas las cosas
perduran. A mi parecer, uno de los párrafos significativos es este:
Mejor diríamos: vivir es ver volver. Es ver volver todo un retorno perdurable, eterno; ver volver todo
—angustias, alegrías, esperanzas—, como
esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas
nubes fugaces e inmutables.
Esta reflexión sobre nuestra
existencia que propone Azorín, nos traslada a plantearnos que todo vuelve, todo empieza
otra vez para terminar de forma semejante. Se repiten las situaciones, pero
también los pensamientos, las ideas, las emociones…
Respecto a los hechos y las
emociones de Calisto y Melibea, se habrán producido en otras circunstancias
diferentes, pero a su vez semejantes, montones de veces. A quién no le ha
ocurrido, por ejemplo, que su abuelo le ha contado algo que vivió en el pasado
y se ha percatado que la historia se repite de alguna forma porque también la vivió
de la misma manera, aunque en otras circunstancias. Por tanto, parece que hay nexos en común entre las cosas
que nos suceden y parece que todo es cíclico.
Azorín
destaca por su
estilo a la hora de describir porque define de forma casi perfecta el escenario
que quiere recrear utilizando adjetivos unidos. Se centra en cantidad de
detalles y en ocasiones utiliza frases breves y concisas. Esto da fluidez al
texto aunque en ocasiones puede dispersar al lector.
En ocasiones se cree que todo lo que nos sucede ya no se va a
recuperar nunca. Azorín quiere mostrar que todo lo que pasa vuelve, que se
repite de alguna forma.
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